Crónica
En 1991 se estaba haciendo popular la fertilización asistida, por lo que una pareja, Rocío André y Claudio Riganti, optó por este recurso en una institución de medicina reproductiva en la cuidad de Buenos Aires. Lo intentaron dos veces, la primera vez le trasfirieron tres embriones, no funcionó. Lo intentaron de nuevo, pero en esta segunda oportunidad utilizaron cinco embriones.
Una semana después de haber realizado la trasferencia, Rocío fue a ver si había funcionado. Tanto ella como el doctor se llevaron la sorpresa de que tres habían "prendido". Rocío estaba súper emocionada pero el doctor le dijo que esperara, puesto que en una semana podría ser que quedara uno o tal vez ninguno. Volvió a la semana y el doctor comenzó a preocuparse, puesto que no sólo seguían estando los tres sino que ahora había un cuarto bebé. Ante tan riesgoso embarazo, el doctor sugirió una cirugía para impedir que se formara otro embrión, por lo que estaban haciendo estudios pre quirúrgicos cuando descubrieron que el quinto y último embrión ya estaba ahí. Tendrían cinco bebés, Rocío estaba embarazada de QUNTILLIZOS.
Toda la familia estaba en shock puesto que jamás había esperado que el embarazo fuera de tal magnitud. Rocío en una entrevista a la que fue invitada dijo mientras se reía "Yo quería tener muchos hijos, pero de a uno por vez".
Los siguientes meses transcurrieron con normalidad, Rocío estuvo prácticamente en cama desde el cuarto mes de embarazo.
Cuando el día del nacimiento llegó, asistieron 14 profesionales a la primera cesaría de quintillizos por fertilización asistida. Nació un varón, Franco; y cuatro nenas, Sofía, Camila, Martina y Catalina.
La familia después de un mes de felicidad fue dada de alta del hospital y llegaron a casa, ahí llegó la noche del infierno. Porque lo que habían escuchados de otros padres de mellizos o trillizos era cierto. Cuando uno comenzaba a llorar, los otros también lo harían.
Al principio pensaban que era porque les habían apagado la luz puesto que cuando estaba encendida no lloraban, las encendieron de nuevo, no funcionó. Como último recurso decidieron acostar a los cinco en una misma cuna y como si fuera por arte de magia, dejaron de llorar, éste suceso ocurrió más de una vez. Cuando crecieron, solían acostarse en camas separadas, pero cuando iban a verlos durante la noche, se llevaban la grata sorpresa de que estaban durmiendo juntos.
Los cinco han sido invitados a varias entrevistas, donde siempre remarcan varias cosas, como:
"Haber nacido en grupo me hace registrar que siempre tengo alguien al lado. No me considero un ser individual" (Martina Riganti)
"No concebimos la idea de no consultar con los demás. Hacíamos todo juntos. O a veces no, pero si vos querías algo era muy probable que alguien más lo quisiera y eso lo considerabas siempre" (Franco Riganti)
"Cuando éramos chiquitos nos reglaban juegos de mesa para jugar juntos. Ya desde ese punto compartís todo" (Catalina Riganti)
"No podría ser hija única" (Sofía Riganti)
Todos remarcan que siempre tuvieron el desafío de encontrar la individualidad dentro del colectivo. Nunca existió la sombra de un hermano mayor.
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