martes, 3 de noviembre de 2020

Sacate los zapatos

 Tengo la cabeza saturada de conocimientos de diferentes asignaturas. Hay un calendario con cruces que tachan los días que pasan y círculos que me señalan los plazos finales de las tareas. Hace más de seis meses que no se me cae una idea para escribir algo ni para finalizar mis queridos proyectos abandonados. 

Escritura, como una diosa, como un don y también como algo que debe hacerse y cuesta, porque no es lo mismo que "Lectura". 

Escribir se siente como quitarse un par de zapatos ajustados después de una larga jornada. No escribir es dormir con esos zapatos puestos. 

Escribir invoca al extraño ser que reside en cada uno. Un ser huidizo, malvado, mezquino, que a veces aparece en todo su esplendor para inyectarnos con su genialidad (nuestra, nuestra genialidad) y al día siguiente, se queda callado, se encoge de hombros y se te ríe en la cara. 

Es un genio. Se regocija en tu falta de inspiración pero también abre los brazos para acogernos con gentileza cuando tenemos menos de una semana para hacer todas nuestras tareas. 

Brindo por la Escritura, porque me permite ver y conocer mi malvado genio interior y disfrutar de sus momentos de benevolencia. Brindo por los escritores que no escriben y por los que sí escriben, brindo para que siempre haya una razón para brindar. 

Sobre todo, brindo por mis padres, porque me impulsaron a escribir llenándome de historias y libros. Me hicieron lectora y escritora. 

Nos saquemos los zapatos y bailemos sin música. Escribamos aún cuando no haya nada que escribir.




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